Huesos




El primer banquete fueron los ojos, que habían quedado abiertos, como siempre. Las margaritas eran testigos del espectáculo desolador de los caranchos que se llevaban al nido los pedazos de carne todavía fresca. En poco rato quedaron los huesos impúdicos, blancos, más grandes que la vaca con el peso de la memoria viva y ósea.

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